miércoles, 21 de octubre de 2009

VISTA AEREA

Desde el avión y según me voy acercando, Delhi refulge como si alguien hubiese esparcido piedras de topacio y pepitas de oro en una pila de carbón. Pego mi nariz a la ventanilla y soy incapaz siquiera de parpadear. No quiero perderme esta primera sensación de que, por fin, estoy en la India.

El avión sigue descendiendo y ahora, la ciudad me parece un gran brasero de picón con las brasas al rojo vivo, ese brasero que había en casa de los abuelos y que, por un momento, me hace sentir que vuelvo a la niñez.

No hay comentarios: